Es simple: el modelo de intervencionismo y control genera dos distorsiones convencionales. Por un lado está la destrucción del aparato productivo interno y el desestimulo de las inversiones, que se traducen en una caída sustancial en los volúmenes de producción local, restringiendo la oferta de bienes y servicios hechos en el país. Y por el otro la alteración de la demanda de divisas, originada por el control de cambio.
A tipos de cambio oficiales absurdamente bajos, la demanda es infinita e imposible de satisfacer. Y eso presiona la discrecionalidad oficial en la entrega de dólares, con sus consecuencias inevitables de ineficiencia y corrupción. Se pulverizan las reservas internacionales, colapsa el flujo de caja, se impaga la deuda comercial, se congelan los créditos externos y se contraen las importaciones, cayendo también la oferta de bienes importados.
Con la producción de bienes nacionales menguadas y una caída estrambótica de las importaciones, la escasez es el resultado evidente y esperado.
La fase uno de esas distorsiones descritas ya la habíamos visto: escasez, colas y contrabando de extracción. La segunda fase es la sofisticación del mercado negro (el bachaqueo) y la minimización del contrabando de extracción, pues ya no tenía sentido sacar mercancías del país si los bienes podían ser vendidos internamente con un sobreprecio suficientemente rentable. La tercera fase es el desabastecimiento en el mercado negro, debido a las restricciones de oferta nacional y extranjera, un problema que crece exponencialmente en la medida en que el gobierno restringe divisas, controla importaciones y las empresas cortan sus envíos al país y paralizan plantas y procesos. Como consecuencia de esa restricción, la brecha entre los precios regulados y los obtenidos en el bachaqueo se dispara y ya pasa de 10 veces a entre 80 y 100 veces en apenas un año.
Y ahora el aumento de los precios en el mercado negro ha generado una cuarta etapa, en la cual muchas mercancías resultan más baratas en el exterior que en el bachaquero.
¿Pueden entender lo que vendrá después? Por un lado, los estratos alto y medio comienzan a traer mercancías puerta a puerta desde el exterior. Por el otro, se activa el contrabando de introducción por frontera. Las mercancías colombianas abastecen ciudades fronterizas como San Cristóbal y Maracaibo, mientras que en el sur entran desde Brasil. Los revendedores tendrán graves problemas para obtener mercancías adentro, se enfurecerán con el gobierno que intentará expropiar el bachaqueo con los CLAP y se producirá la primera “Rebelión de los Bachaqueros” contra camiones desviados y locales con mercancía. Cerrarán calles y vías para protestar y, como es natural, desvían su interés de los establecimientos nacionales, ahora vacíos, hacia los mercados del país vecino. Cuando, tratando de buscar una nueva fuente de abastecimiento, ese grupo encuentre la frontera cerrada y sólo la atraviesen quienes paguen o tengan “salvoconducto”, intentarán atravesar como sea y así se pueden llevar por delante a quien intente pararlos.
¿Sorpresa?
Presidente, una y otra vez: no hay forma de resolver un problema atacando sus consecuencias. Sin producción ni importaciones, lo único que se puede repartir es la escasez y la pobreza, mientras se concentra el riesgo de explosión social.
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